Siempre me fijo con especial interĆ©s en los personajes bĆblicos que aparentemente no son de gran relevancia; pero que, sin embargo, han sido tomados muy en cuenta por el SeƱor para bendecirles. Una vez mĆ”s Ā”el SeƱor no hace acepciĆ³n de personas, ni siquiera entre judĆos y los que no lo son! SĆ³lo basta que haya un corazĆ³n que le tema y que haga justicia (Hch. 10:34-35).

El eunuco Ebed-melec, no era israelita, pero vivĆa en la casa real en tiempos del rey SedequĆas y supo del abuso que estaban cometiendo contra el profeta JeremĆas, a quien en base a calumnias los oponentes a su mensaje de parte de Dios le habĆan echado en una cisterna cenagosa con el fin de que allĆ muriera de hambre. Ebed- melec denunciĆ³ esto y logrĆ³ sacarle de allĆ por disposiciĆ³n del rey. En virtud de esto Dios, que todo lo ve, por medio de JeremĆas le asegurĆ³ a Ebed-Melec que estuviera en paz, tranquilo porque Ćl
le iba a librar cuando JerusalƩn cayera en manos de los implacables y crueles babilonios:
Pero en aquel dĆa [Ebed-melec] yo te librarĆ©, dice JehovĆ”, y no serĆ”s entregado en manos de aquellos a quienes tĆŗ temes.Ā Porque ciertamente te librarĆ©, y no caerĆ”s a espada, sino que tu vida te serĆ” por botĆn, porque tuviste confianza en mĆ, dice JehovĆ”. JeremĆas 39:17-18.
Dios conoce muy bien a los que confĆan en Ćl. No es una confianza fortuita, pensando en que tal vez el SeƱor pudiera intervenir en nuestra situaciĆ³n. La confianza en el SeƱor no es ruidosa, tampoco se construye en la prisa, sino que se obtiene en el trato y comuniĆ³n apacibles del SeƱor y el conocimiento de su Palabra.
Las facilidades que nos brinda la modernidad hacen que prescindamos cada vez mĆ”s de nuestra dependencia en la fidelidad de Dios. Pero el SeƱor sigue aĆŗn muy pendiente de los que le tienen confianza; que creen en Sus hechos poderosos. Que el dĆa que temamos, en Ćl confiemos (Sal. 53:3). La Biblia llama bendito al varĆ³n y por supuesto tambiĆ©n a la mujer que confĆa, que tiene confianza en JehovĆ” (Jer. 17:7). El SeƱor Jesucristo de frente a los padecimientos que le esperaban en la cruz, confiĆ³ en que su Padre no le dejarĆa en vergĆ¼enza y por lo tanto tuvo fuerzas para poner su rostro como un pedernal, es decir, como una piedra, firme e inquebrantable ante el crucial desafĆo.

Al confiar en el SeƱor debemos hacerlo con todo el corazĆ³n, despojĆ”ndonos, aunque nos duela, de nuestras propias fortalezas y capacidades, y Ćl se encargarĆ” de todo lo que necesitamos (Prov. 3:5).
Confiando en el Todopoderoso somos como el monte de Sion (Sal. 125:1), siempre firmes y seguros, una de las sensaciones mƔs confortantes del ser humano.